Rock en "Las Monjas"
En 1995 pasé varios meses de vacaciones en casa de un tío en Toronto y comencé el año escolar con un par de días de retraso. Al regresar, traje conmigo un pedal de distorsión para completar mi guitarra eléctrica Hondo, que mi papá me regaló por haber terminado el primer ciclo, por tan solo 100 dólares en diciembre. La guitarra era de segunda mano y tenía un sonido básico, pero para mí, era un sueño hecho realidad, ya que había deseado tener una guitarra eléctrica desde que tenía 12 años. En aquel entonces, empecé a escuchar rock y a tocar la guitarra, aunque no tenía un amplificador, así que me conectaba donde fuera posible. Primero a una vieja radio que alimentaba unos altavoces antiguos, y cuando estos se dañaron, a un equipo compacto Phillips, que era el primero con lector de CD que teníamos en casa. Ninguno de los dos estaba diseñado para soportar una guitarra eléctrica, pero nos arreglábamos como podíamos.
Recuerdo claramente la primera vez que tuve una guitarra eléctrica en mis manos. Tenía doce años. Era una Peavey de color madera natural, de las dos que las monjas del colegio habían comprado. Durante un evento escolar, un trío de rock de exalumnos se presentó, con Carlos Chen en la guitarra, Faustino González en la batería eléctrica, hijo de un profesor de matemáticas del colegio, y otro cuya memoria ha desaparecido por completo de mi mente. Después de ese evento, me acerqué a Carlos y le pedí que me prestara la guitarra. Aunque aún no sabía tocar ninguna canción, improvisé un riff. Estaba tan emocionado que temblaba como una hoja al viento en febrero.
En 1995 también conocí a Adair y entablé amistad con Lucho, a quien apenas conocía a través de su hermano mayor, Nelson. Estábamos en la misma clase, 4° A, en Ciencias y Letras, en el pasillo a la derecha, segunda puerta. No recuerdo exactamente cómo sucedió, pero un día Adair llegó a mi casa con su batería eléctrica de pads y un par de baquetas. Ese día nació "Mi Neurosis". No es que me volviera neurótico; ese era el título de una canción. Después, Luis dejó de tocar el bajo y asumí ese rol, aunque nunca tuve un bajo en realidad. Propuse el nombre de Elfheim porque en ese tiempo estaba leyendo un libro sobre criaturas guardianas de los elementos, como ondinas y elfos. Elfheim es el reino de los elfos. Aunque el nombre les pareció genial, no era fácil de pronunciar, ¡vaya lío! Así que se quedó como estaba.
Empezamos a ensayar los viernes en casa de Lucho. En un día en la casa de Edgar Vargas, donde practicaba Coldson, nos invitaron a tocar en una parrillada de Yuri. Apenas llevábamos un mes ensayando y solo teníamos tres canciones: "El Profeta", "El Pacto" y "Mi Neurosis". Esa noche abrimos el evento, que fue mi segunda presentación en vivo. Fue el primer mosh pit, la primera vez que sentí la tensión previa al escenario, las primeras felicitaciones y también mi primer encuentro con la policía. Ese concierto marcó el inicio de algo especial en Chiriquí, aunque prefiero dejar que otros recuerden los demás grupos que tocaron, para no dejar a nadie fuera.
Al mes siguiente, tuvimos otro concierto en un bar cerca de la vía Boquete en Terronal. Nuevamente abrimos el evento y tocamos las mismas tres canciones. Un policía se acercó amablemente para informarnos de que debíamos irnos después de nuestro set. Sentí alivio y pensé que nos iban a llevar a la comisaría o algo así.
Continuamos tocando en varios eventos, a veces sin obtener más que el dinero suficiente para unas cervezas, pero éramos felices porque estábamos viviendo nuestro sueño. También participamos en la semana de inglés organizada por la escuela de inglés de la UNACHI. El evento culminó con un día lleno de competiciones en las que estudiantes de toda la provincia participaban en concursos en inglés. El punto culminante era el concurso de canto, que todos esperaban ansiosamente.
El primer año que participamos, Adair cantó "Nothing Else Matters" y yo lo acompañé con mi Hondo con forma de Les Paul negra con rayas doradas. Recuerdo una preselección en el colegio, aunque no recuerdo exactamente dónde, pero fue frente a algunos profesores y pocos alumnos. De esa presentación en el auditorio de la UNACHI, recuerdo dos cosas: el choque eléctrico y la vestimenta de las profesoras. No era nuestra culpa si estaban sentadas con las piernas abiertas llevando faldas.
Por favor, corríjanme si me equivoco, pero el técnico de sonido que nos atendía tenía esa responsabilidad por primera vez en su vida y sabía tanto sobre eso como yo sobre ngäbere. Aunque, para ser justo, el equipo y las instalaciones estaban algo defectuosos. Adair y yo éramos los únicos que nos acompañábamos con instrumentos musicales que emitían sonidos al presionar partes de ellos, como las cuerdas de una guitarra eléctrica, mientras que los otros concursantes venían con casetes. Tuvimos que hacer una prueba de sonido que resultó inútil. La voz se desvanecía, había ruidos y retroalimentación, era un desastre. Esa fue la parte buena. La mala fue cuando una corriente alterna encontró su camino hacia el micrófono y cerró el circuito cuando, inadvertidamente, toqué el micrófono al mismo tiempo que tenía las manos sobre las cuerdas. Tuve un vislumbre de mí mismo sobre un escenario con luces y un muro de amplificadores detrás de mí y una multitud gritando "¡Chicho, Chicho!" mientras moría electrocutado por culpa de un técnico resentido contra mi fama y gloria. El relámpago pasó en un abrir y cerrar de ojos. Solté un grito, dejé caer el micrófono y, ahí estaba yo, parado en el auditorio abarrotado con risas resonando a mi alrededor. Una señora me trajo un vaso de agua, me preguntaron si estaba bien y yo temblaba más que la primera vez que agarré la Peavey.
Cuando me recuperé Adair empezó a tocar las cuerdas al aire en mi menor, la que todo fan de Metallica reconocería. En frente de nosotros, el jurado respetado, compuesto de profesores con décadas de experiencia. Experiencia que se reflejaba en la visión inquietante de una entrepierna abierta, justo a la vista de nuestros ojos juveniles 20/20... (Coloca aquí el "Grito de Wilhelm", por favor).
Aparte de la elección del representante del colegio para el concurso provincial de canto en inglés, que cada año tomaba más importancia, en el CONSA había dos eventos anuales que nos permitían actuar frente a toda la escuela. La lluvia de estrellas y... ¿era el día del estudiante? Alguien que me refresque la memoria, no recuerdo bien...
En el 97 me tocó a mí representar al colegio, acompañado por Adair y Lucho. Para la selección canté "Plush" de Stone Temple Pilots, a pulmón, debido a algún problema con el micrófono, la electricidad o algún fallo técnico. Pero la profesora Kimerly pensó que la canción era demasiado rock y prefirió que tocáramos "Stairway to Heaven", la misma que había interpretado Adair. Acepté, y hasta el día de hoy lamento haberle hecho caso. No pude aprenderme la letra larga, con sus veinte versículos del Apocalipsis, y el día llegó y solo pude cantar la primera estrofa. Incluso mis papás y mi hermano vinieron a verme a la UNACHI. Qué decepción. Qué pena, qué vergüenza.
En el 98 no participé en la selección porque estaba de intercambio, y cuando regresé me presentaron a Diana, la "escogida". La profesora Kimberly, que para entonces ya se había vuelto fan de "los muchachos", nos pidió que la acompañáramos junto con el pelado que había tocado con ella. El "pelado" me enseñó los acordes, pero por celos, timidez, despecho o no sé qué, no quiso tocar con nosotros. Así que nuevamente Adair, Lucho y Chicho regresamos al auditorio de la UNACHI, pero esta vez con Diana, con más experiencia y menos sorprendidos por la entrepierna peluda del distinguido jurado. Ese año interpretamos "Torn" de Natalie Imbruglia y Diana empató en el primer lugar con otra chica. En otro evento de la UNACHI, interpretamos "Animal Instinct" de The Cranberries junto a Diana. Fue fugaz. Esperamos afuera hasta que nos llamaran, creo que estaba oscuro, montamos los equipos en un abrir y cerrar de ojos, se encendió una luz, tocamos, recibimos aplausos y nos retiramos.
En el 99 fue el apogeo del rock en el CONSA (a menos que en los años 2000 hayan hecho algo más roquero o loco que nosotros... como un grupo de chicas tocando grrrl punk, deathmetal neo pagano con espectáculo de luces y fuegos artificiales... o que la mitad del colegio hubiera formado su propia banda, convirtiendo el día del estudiante en una versión reducida de Roskilde o Woodstock). En el concurso de inglés, los candidatos se multiplicaron por el doble del coseno al cuadrado de pi, y algunos se nos acercaron para que los acompañáramos en lugar de presentarse con el CD o el casete. Incluso hubo una chica que trajo otro grupo. Manuel cantó "One" de U2, Diana cantó "Erase and Rewind" de The Cardigans, Bonnie de la Lastra cantó "..." de Jewel y yo canté "Made to Last" de Semisonic. ¿Me estoy olvidando de alguien?
Recuerdo que toqué un poco de todo esa vez, batería, bajo y teclados. Lucho, quien se había graduado el año anterior, pero aún así venía con gusto a tocar, siempre se encargaba de la guitarra principal.
Ese año ganó un chico que cantó Backstreet Boys. Yo quedé en segundo lugar. Y Kimberly vino a vernos para que lo acompañáramos. Detestábamos la canción, pero no podíamos faltar a otro concurso de canto de la English Week de la UNACHI. Ensayamos varias veces. Pero nunca nos dimos cuenta de que el chico tenía un acento... muy marcado. Ahora recuerdo que parodiamos una letra en español, algo bastante tonto y sin duda vulgar que sacó muchas risas.
El día del concurso en la UNACHI tocamos Backstreet Boys en un auditorio repleto, pero el chico que tanto había impresionado con su movimiento cromático de boy band se puso muy nerviso. Años más tarde me contarán que participón eun reality show a nivel latinoamericano y que llegó lejos en el concursoe. Ese día el que ganó fue mi amigo Osvaldo (ver Luna Lopez), quien hizo una de las mejores presentaciones en la historia del concurso con su interpretación de "Secret Smile" de Semisonic, solo con una guitarra eléctrica, un pedal de reverb, chorus o delay... Sonó genial.
Tocando en un evento del Colegio Nuestra Señora de los Angeles |
Otra de las cosas chéveres de aquella época es que ensayábamos en la capilla del colegio. Debo decir que estuve en desacuerdo en varias ocasiones con la forma de pensar de la hermana Elsa-María sobre muchos temas, pero hay algo que admiro en ella: que no se dejó intimidar por los militares cuando era directora del María Inmaculada, y algo que suavizaba su carácter y que siempre me pareció muy interesante: que nos permitiera hacer rock en el colegio, en un colegio de monjas.
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