domingo, marzo 04, 2018

Lo que significa esto de no creer en dios(es)

Primero, un resumen de cómo sucedió.
Como a muchos, me bautizaron antes de que tuviera uso de razón. Como muchos tantos atendí escuelas privadas católicas con clases obligatorios de “educación en la fe”, catecismo obligatorio, primera comunión, misas constantes.
A diferencia de otros, un factor decisivo: en casa abundaban los libros.  
En un cuarto de mi hogar llamado el cuarto estudio, al igual  que tenía acceso a libros de historia, novelas, poesía, enciclopedias, tratados de medicina, vulgarización científica, revistas de economía y negocios, podía igualmente leer sobre Ovnis, varias “investigaciones” de JJ Benítez, el poder de los cristales o numerología.
Y creanme que leí de todo.
Así es que durante la adolescencia  y al principio de mi vida de adulto pasé de “soy católico” a “soy cristiano, la iglesia no tiene el monopolio de la verdad”. De ahí, a “dios existe, pero es el dios de todas las religiones” a “tal vez existe un ente superior” ; “si el ente superior existe, éste no puede interceder en mi vida” a  “no puedo saber si dios existe” a finalmente, llegar a la conclusión que “no existe ninguna evidencia de la existencia de un ente sobrenatural todopoderoso y omnisciente.” Es decir, dejer de creer en la existencia de dios.
Pasé de etapa en etapa a lo largo de varios años gracias a cosas de la vida:  una conversación por aquí, un libro por allá, una noche en la que no podía dormir, cosas que  veía y gente que encontraba en algún viaje.
Ahora, ¿qué significa esto de no creer en dios(es)?
Primero, la percepción de todo lo que me rodea se transformó. Ir más allá en las explicaciones que trato de encontrar a todo lo que sucede a mi alrededor que el simple “si dios quiere” es un automatismo. Las cosas no suceden porque hay un plan divino, porque hice una manda, porque recé o alguien rezó por mí. Así que cuando vale la pena, trato de entender el porqué y darle una explicación racional.
Soy una persona entre tantos billones sobre la tierra, viviendo en un planeta maravilloso girando alrededor de una de incontables estrellas del universo.  Mi existencia no es la preocupación de nadie más que de las personas que me conocen y tienen algún grado de afección por mí.
Los fenómenos naturales  pueden ser estudiados, entendido y previstos gracias a la ciencia.  Para esto no hay mejor método que el científico y por esto, todos los días hay varios momentos de asombro y de maravillosos descubrimientos. Y no exagero cuando digo que es todos los días.
Nuestro planeta desde 6437376000 Km de distancia. Foto: NASA.


Segundo, es cómo se traduce esta perspectiva  sobre las decisiones que tengo que tomar.
En la enfermedad, la medicina moderna es la más apta para dar un diagnóstico y encontrar una cura. De nada servirá rezar, encomendarse a un poder espiritual, ir donde el santero.  
De cara a las transformaciones que atraviesa nuestra sociedad y los desafíos que dichas transformaciones representan, mi opinión sobre la mejor conducta a tomar estará basada en hechos y evidencias. Daré mucho más peso a la opinión que tengan los expertos del tema que al ciudadano lamba. No seguiré a ciegas la recomendación de líderes religiosos  o la interpretación que puedan hacer de la Biblia.
Tercero, cómo vivir mi vida.
El no creer en dios ni en el dogma católico es entender que no hay vida después de la muerte, que la vida es sumamente preciosa y que hay mucho por que vivir. Que nuestra existencia es finita, que nuestros actos son juzgados aquí, que no hay contrapartida eterna por los buenos actos que realice y por el amor que dé, y que por lo tanto, éstos son desinteresados.
Los valores en base a los cuales trato de vivir trascienden credos y no necesitan de la amenaza de una eternidad en el infierno para ser aplicados.
La vida está hecha de pequeños momentos así que conscientemente trato de crearlos.
Si mi esposa me pregunta qué quiero como regalo (para mi cumpleaños, para navidad, etc) prefiero una experiencia o un momento a un objeto: una cena para los dos, un fin de semana en el campo, un viaje.

Pintura mural en León, Nicaragua.

Cuarto, la educación de mis hijos.
Educamos a nuestros hijos para que traten de ser buenas personas en cualquier circunstancia, tengan espíritu crítico, les guste aprender cosas nuevas, se maravillen frente a la naturaleza y la respeten, aprecien el presente, se esfuercen en hacer las cosas bien. Les enseñamos que el trabajo duro paga, que decir la verdad es importante, que respetar a los otros es esencial.  
No soy un papá perfecto, pero consciente de mi misión de educar futuros ciudadanos, intento dar lo mejor de mí para ellos.

Dar el paso de agnóstico a ateo fue como desconectar un fusible,  como abrir una puerta, como una revelación.
Sentí la necesidad de hablar de ello, pero no siempre encontré oídos comprensivos.
Si tú que lees esto sientes la necesidad de hablar con alguien, no dudes en contactarme.


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